Y es que parecía aterrador el despertar un día más y seguir parado en el mismo sitio, sin razón para continuar en tal inhóspito lugar.
Adormecían mis huidas los cientos de lirios que recogía,
las melodías que fluían por mi pelo.
¿Servirían las nubes que se acercaban a mis ojos y desaparecían a la mitad?
Apareció tras el vuelo de un pájaro en el cielo, detrás de las nubes, un día de llovizna y gamas grises. Como la pequeña gota de pintura que mancha el mar por completo... aquella estrella fugaz que por primera vez consigues captar al azar.
Lirios que se convirtieron en amapolas, margaritas y rosas... que aguardaban mi más veraz forma de mirar.
Avivan mis ganas de quedarme las melodías que fluyen por mi cuerpo. La música que llega a mis labios, la magia que encuentro en mi reflejo cuando miro y te encuentro.
¿Servirían las luces que se acercaban a mis ojos y se desvanecían a la mitad?
Estar parado,
donde los pétalos de las flores huyen con el viento, donde las nubes recorren miles de cielos, donde la luz cambia en cada momento...
¿Estás parado?
Tu pelo erizado por el cielo azul, tus ojos llorosos firmes ante el sol, tu pelo brillante... deslumbrante frente a la luz que reflejas tú.
Estás en movimiento, pausado pero sin pararte.
Sirvieron las esperas, las partidas, los días de flores marchitas, las nubes que acariciaban mis ojos, los árboles que sonaban en silencio a mi alrededor.
Sirvió querer y ser querido, cuidar y ser cuidado...
abrazarse, antes de ser abrazado.
