Esa persona que estaba siempre conmigo, que jugaba conmigo, me hacía sonreír siempre que me veía, no me dejaba derramar una sola lágrima, no importaba cómo siempre me hacía caso. Me encanta ser la niña de sus ojos, la princesita de la habitación, la chiquilla que sólo sabía llorar y reír y jugar, y volver a reír. Una niña que quería a su abuelo junto a ella, que no podía separarse de él ni un momento y cuándo no lo tenía era más cría que nunca... Esa niña ha crecido y sigue siendo una cría ahora que no te tiene, ahora que no puede jugar contigo, ni abrazarte nunca más. Daría lo que fuese por volver a verle, por volver a verle sonreír por agarrarme con fuerza a él para que no vuelva a dejarme sola y desprotegida, como la niña que era. Esa niña que ha crecido pero que sigue necesitándole y que siempre lo hará, esa pequeña que cuando se le viene el mundo abajo solo quiere a una persona junto a ella y no está...
Qué absurdo es el destino que nos arrebata a las personas más importantes en nuestra vida sin pedirnos permiso.
