La felicidad como la luz de una luciérnaga en verano, es efímera y tan pequeña que al alcanzarlas, se escapan. Así es la felicidad, se desvanece rápidamente, no se puede obtener para siempre. Se debe cuidar y proteger cubriéndola cálidamente con las manos, sin hacerle daño como si fuese un pequeño insecto que podría sufrir. Si esa felicidad, la tuya, se ve dañada...tardará en recuperarse. No la volverás a tener por mucho tiempo pero...¿es tan importante ser siempre feliz? No es una locura. Para recibir felicidad has tenido que llorar antes, tu corazón debe haber querido salirse de tu pecho, tu alma...pareciese nunca se recuperaría, pero, todo ello pasa cuando se es cuidado con delicadeza y arropado con amor. Lo que nos lleva a la felicidad que tanto ansiamos son los pesares que tanto odiamos. No importa lo mucho que se llore, lo mucho que se desee no levantarse, sigue. Ya estás cerca de tu propósito, ¿por qué detenerte por culpa de un semáforo que cruzaste en rojo?. Recuerda, te detuviste justo antes de llegar a la otra acera y por eso puedes caminar con la cabeza alta, para poder esforzarte en tu próxima parada. No reniegues el amor de los demás, no te arrepientas de nada; responde con amor, al amor, haz todo lo que hoy quieras hacer, jamás lo dejes para mañana porque...no sabes que te depara el futuro.
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