las que tanto me creía
o si eran tus labios al pronunciarlas,
a los que plenamente me rendía.
Cuál era la intención de todos aquellos ratos
cogidos de la mano y los
dedos entrecruzados,
qué más se esperaban de esos ojos
que penetraban mi razón
y hacían al corazón dudar
entre el bien y el mal...
Sigo esperando el antídoto,
aún conservo dolores
del veneno que obtuve
aquel que para bien
o para mal,
me hacía sentir en el cielo sin más.
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